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miércoles, 16 de julio de 2008

No tener nada claro.

“La peor decisión es la indecisión” Benjamín Franklin

Pienso, luego existo. Aunque en mi caso más bien sería Siento, luego existo. Me guío por los sentimientos, por los impulsos, por lo irracional y por lo que me dicta el corazón. Talvez sea un error. Pero siento que no es así. Qué contradicción… Sentir en oposición a pensar. Si tan sólo siento cuando pienso y pienso cuando siento. Se compenetran tan bien y, sin embargo, yo me limito a separarlos, a obstaculizar ese reencuentro que hace tiempo debía de haberse producido.

Tal vez sea precisamente ese temor a lo racional la razón por la que a menudo siento indecisión. Indecisión por cualquier cosa; más bien, por las pequeñas cosas. Porque, aunque parezca paradójico de nuevo, por el contrario tengo muy claro lo que quiero hacer con mi vida, con las decisiones de peso. Suele pasarme a menudo; me empequeñezco delante de las pequeñas cosas –vaga la redundancia-, y me crezco ante las dificultades, ante aquello que indica vagamente un imaginario cartel insinuando mantener distancia.

Como iba diciendo, pues, siento indecisión por cualquier cosa en que cualquier otra persona no se detendría a pensar. Pero aunque sea lo que siento lo que me hace ser indeciso, también es lo que me ayuda a resolver esas dudas.

Dudo al sentarme en el asiento del tren que da al mar y así perderme entre mis fantasías, o si por el contrario sentarme al asiento que da a los grandes pueblos urbanizados, volviendo los sentidos a la realidad. Supongo que dependería también de la fragancia. Así de sencillo. Si me siento conformista, liberal y pensativo, El País o El Periódico. Si me siento alegre, eufórico o animado, triste… En fin, entonces no hay periódico. De si tengo que optar por una palabra (¿o sería mejor poner vocablo, término, dicción, mensaje o imagen auditiva?) o por otra. Y acabo ahogándome en un mar de indecisión en el que me ahogo sin necesidad. Si, al fin y al cabo, siento para pensar y pienso para sentir. No hay más. Las cosas vendrán como tengan que venir.

Apartir de ahora creo que lo haré más fácil. Sí. Sintetizaré, ejemplificaré. De tal manera que si me siento en el lado del tren que da al mar, para echar a volar la imaginación, leeré una revista y optaré por las palabras sencillas. Si me espera un día ajetreado y cargado, el asiento que me acerca al mundo real con los pies en el suelo, un diario para constatar aquello que pasa en ese mundo que observo a través del cristal, y unos vocablos tal vez algo rebuscados para terminar no entendiéndome ni yo mismo y no tener así que perder el tiempo intentado decantarme hacia una opción u otra. Al fin y al cabo, la peor decisión es la indecisión. ¿O no? Que más da…Tampoco encontraré solución...
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